En términos generales la situación sanitaria caótica que nos ha tocado vivir y sufrir desde el mes de marzo del año pasado provocó en el ámbito educativo gran desconcierto e inseguridad, por la incertidumbre acaecida por el Estado de Alarma decretado por el gobierno central.
Tanto alumnos como profesores se llevaron las manos a la cabeza al verse inmersos en un cambio educacional tan repentino y abrupto. A partir de este momento la transformación digital se impuso en nuestras vidas aceleradamente y hemos tenido que cambiar las formas de organizarnos tanto en formación como en trabajo; ahora comúnmente denominados teleformación y teletrabajo.
Y es hora de valorar esta crisis sanitaria como una oportunidad de mejora, puesto que no hay mal que por bien no venga. La educación online es accesible para un mayor público que la presencial, nos ha permitido eliminar las barreras espaciales y disminuir costes tanto en materiales de estudio como en infraestructura y transporte.
La digitalización trae consigo grandes ventajas, multiplicando el número de recursos y facilitando al alumnado la comprensión del temario.
A través de las plataformas virtuales, actualmente en auge, se accede a un plan educativo que según las preferencias personales podrá impartirse tanto de forma individual como en grupo. Estas herramientas disponen de numerosas funcionalidades: videoconferencia (que permite enviar audio e imagen en ambas direcciones), compartir contenido (con opción de descarga), comunicación vía chat, creación de salas de trabajo, entre otras.
En definitiva, las clases online han llegado para quedarse durante las próximas decadas y favorecer el progreso académico de la población, sin límite de edad.