La Educación, relacionada con la acción de dar, de abrir caminos, de despertar conciencias, es uno de los ámbitos más amplios y profundos que existen. Ejercerla, requiere vocación, interés y generosidad entre otras muchas cualidades.
Entre otras cosas, se establece un ecosistema en el binomio aprendiz-educador, el cual requiere de una actitud activa por parte de ambos, del interés mutuo y de un clima adecuado y ajustado a las necesidades del primero, ya que es el primer protagonista del proceso, ya que es en su interior donde se crea el conocimiento, el saber y las herramientas necesarias para continuar desarrollando esa red de contenidos que se transforman en axiomas.
El aprendizaje es un proceso constante que tiene lugar en el interior del cerebro del individuo, incluso los insconscientes, los modales, los valores éticos, los deseos... Todo esto, con el paso de los años, van creando nuestra propia personalidad y nos faculta a tener más información a la hora de tomar decisiones, a relacionarnos mejor con nuestro entorno, a conocernos mejor a nosotros mismos y a entender el mundo de una manera subjetiva, pero necesaria.
Así, en definitiva, ayudar a alguien a seguir su propio camino es una de las opcupaciones más nobles que existen, por que debemos ser valorosos y justos a la hora de reconocerla, pero a su vez complicada y trascendental, con lo que la exigencia, la búsqueda de los mejores perfiles y la formación continua son por supuesto requisitos que la administración y la sociedad deben tener en sumo cuidado y atención.
Y por último, la pasión, ninguna actividad llega a ser verdaderamente efectiva si no se lleva a cabo con pasión, voluntad, honor y paciencia.