Los estudiantes de música creemos que podemos lograr destreza en un instante. Que basta con mirar dos o tres tutoriales en YouTube para conseguir tocar la canción o la pieza que queremos, o que basta con colgar tres afiches en nuestra habitación de nuestros "dioses" musicales para que su influjo nos inspire y nos haga ser como ellos. Lamentablemente, eso no es así.
Si eres estudiante de música ya te habrás topado con la frase de tu maestro: practica, practica, practica. Otros habrán visto la película "Whiplash: música y obsesión", donde el profesor se afinca duramente contra el estudiante, y él a su vez prácticamente deja la vida en su instrumento. Realmente, quizá, no sea tan necesaria tanta violencia, pero con toda seguridad sí hace falta una buena dosis de paciencia para lograr las metas que queremos.
Lo primero que debemos hacer, tengamos un maestro, sigamos tutoriales por internet, o ya seamos personas habilidosas capaces de autoformarnos, es elaborar un plan. No importa si este plan está en la mente o en el papel. Lo importante con el plan es que nos ayuda a disciplinar la mente, porque ciertamente, la disciplina y la música son casi sinónimos.
Ese plan debe indicar, por la medida pequeña, la meta que queremos alcanzar. Y esa meta no necesariamente tiene que ser tocar la integral de la obra de Bach o de Mozart, o hacer el megacovert de las piezas de Michael Jackson o de otro grande de la música. Sí, puede que sea ese el objetivo, pero también puede ser tocar con buen gusto y sencillez una balada, una canción, musicalizar un poema, escribir nuestra propia pieza. Es decir, no importa si la meta es grandilocuente o sencilla. Lo importante es tener claridad en el objetivo, y para llegar a ese objetivo es necesario un plan.
Luego viene establecer cómo vamos a llegar a esa meta. Ya tenemos el qué, ahora el cómo. Aquí es donde la paciencia juega un factor determinante: para lograr lo que queremos hay que hacer sesiones de práctica, que pueden ir desde 15 minutos al día (todos los días, incluyendo sábados, domingos, días feriados, vacaciones, reposos), con ejercicios técnicos para alcanzar y mantener la destreza.
Importante: tocar lentamente, porque quien quiere tocar rápido, ha de hacerlo primero lenta y concienzudamente. Cuando el tiempo de práctica diaria es menor (porque estudiamos o trabajamos, o tenemos que ocuparnos de la casa, hijos, etc) la recomendación es prestar la máxima atención posible a la técnica instrumental, mirar nuestros dedos, mirar nuestro cuerpo o nuestro modo de respirar (depende de cuál sea el instrumento que toquemos). La vista es esencial porque fijar nuestra atención en aquello que estamos desarrollando (destreza, salvar la dificultad) hace que nuestro cerebro preste atención y fije igualmente en la mente consciente e inconsciente ese movimiento. Poco a poco se darán cuenta de cómo las manos o el cuerpo va respondiendo a esa práctica y la ejecución de la música fluye de modo natural, orgánico, hasta lograr lo que queremos.
Eso sí, paciencia con todo: paciencia con nuestras manos, dedos, respiración, embocadura, etc. paciencia con nuestras torpezas o deficiencias (siempre serán superadas con la práctica, es infalible). Paciencia con nosotros mismos. Ese es el verdadero secreto.