La aparición del virus, el ya famoso COVID 19, conmocionó y movilizó a todos los habitantes del mundo, incluso a los de aquellos países altamente desarrollados como los países del norte de Europa. Alemania, Suecia, Noruega, Finlandia, etc., incluso a una sociedad tan disciplinada y ordenada como la japonesa.
Este virus desconocido y de alta contagiosidad cambió la rutina y normalidad de las sociedades mundiales. En algunos países de resolvió un confinamiento obligatorio, estricto, en otros fue más laxo o incluso inexistente. Pero, más allá de estas diferencias en las estrategias aplicadas, hubo una decisión prácticamente unánime y fue la suspensión de las clases presenciales.
Por lo tanto, éstas fueron reemplazadas por clases virtuales online. Dicho así, parece simple y nada traumático. Sin embargo, dependiendo de las sociedades y las diferentes culturas, esta nueva manera de aprender o tomar clases provocó y provoca ciertos desajustes.
Primeramente, no todos los centros de estudios en el mundo tienen los recursos tecnológicos adecuados para llevar a cabo estas clases, sin contar con el conocimiento y los recursos que deben poseer los propios educadores y educandos. Esto, sin lugar a dudas produce una gran brecha entre los que poseen los medios y los que no.
Los docentes han hecho y continúan haciendo un gran esfuerzo para adaptarse a esta nueva "normalidad", y dedican mucho tiempo, mucho más del destinado a la clase en sí, en la preparación de cada una de dichas clases buscado material entretenido, enriquecedor y adaptable a la clase online. Es muy difícil llegar e interesar a 20, 30 alumnos a la vez, fuera del salón de clase y mantenerlos enfocados a través de una clase virtual. Muchos no se conectan, otros no poseen un dispositivo adecuado para seguir la clase o directamente no tienen conectividad a internet o ésta es de muy mala calidad.
Además, los padres, o familiares con los que los estudiantes conviven también están realizando trabajo remoto y no pueden dedicarles el suficiente tiempo, especialmente a los niños, para ayudarlos y guiarlos en sus tareas o necesitan utilizar los ordenadores, móviles, y demás para realizar su propio trabajo.
Dicho esto, es claro que necesitamos coherencia para establecer las experiencias que deseamos que vivan los estudiantes. Es sumamente importante, comprender el contexto y la cultura de cada comunidad para atender sus necesidades y brindarles las mejores herramientas para disminuir la desigualdad existente y la cual parece crecer en estas condiciones de pandemia..