Te pido por favor cantes o toques en algún instrumento cualquier canción conocida. Suena linda, ¿no?
Te pido ahora que le cambies el ritmo, ponele el que vos quieras o el de otra canción.
¿Se sigue reconociendo? Mi respuesta es “no”: sin el ritmo apropiado, aún manteniendo las alturas sonoras, la canción dejó de ser lo que era.
Te pido ahora que la cantes o toques nota por nota: ¿seguimos escuchando la canción? Mi respuesta es otro “no”. ¿Dónde quedó la canción?
Ocurre algo diferente cuando miramos un edificio: siempre está erguido frente a nosotros. Pero con una canción, ¿qué pasa cuando dejamos de ejecutarla? ¿Sigue estando? ¿Dónde? Al romper la secuencia temporal de una melodía, es decir, cuando mantenemos sólo las alturas sonoras, pero sin su ritmo, ¿qué obtenemos?
Vamos aún por más: ¿cuánto duran los sonidos una vez que dejamos de ejecutarlos o cantarlos? En algunos instrumentos depende de la energía que les brindamos (el tiempo que soplo una flauta, o que emito una nota al cantar, o que froto una cuerda con el arco). En otros, como en el piano, depende de las características del mismo instrumento (aprieto una tecla, el martillo golpea la cuerda, suena hasta que se apaga). Te pido hagas una por una las notas de la canción, y escuches el silencio…ahora otra…ahora otra…otra...otra…
¿Podés percibir qué hay entre ellas?
¿A ello se refirió Debussy cuando dijo que lo más importante de la música está en los silencios? ¿A esto hace referencia el koan que encabeza esta página?
¡No mires para arriba: intentá recordarlo! ¿Dónde está? ¿En el mismo lugar donde están los sonidos cuando dejamos de producirlos? ¿En el mismo sitio donde está el recuerdo de tu primer día de clases? Traelo al presente, ¿lográs que se corporice delante tuyo? Con una canción, ¿no es más fácil? ¿Qué escuchabas en ese entonces? Traelo al presente… ¡ahí está! La cantás, y yo te digo : -“sí, te acordás, la pasaban todo el día por la radio”.
Ahora te invito a que hagas de nuevo el ejercicio, poniendo esta vez el foco de atención en el “no sonido”, en aquellos espacios que se abren cuando el sonido se extingue…
Aparecen nuevos mundos, esos silencios están llenos, no están vacíos, ocurren otras músicas, otras historias.
Ahora sí: subí la vista, ¿qué tal la pregunta?, ¿qué escuchás entonces?
El “sentido” viene a significar el ritmo de la canción, la secuencia temporal que te pedí por favor rompieras. Y el “tono” viene a ser cada una de las notas, que también te invité dejaras de producir prestando atención a lo que ocurría (no me gusta lo de “prestando atención”, en realidad debería decir “entregándote a esa nueva situación”, pero quizás sea un tanto confuso).
Al fragmentar una melodía conocida, lo que hago es justamente romper la secuencia del tiempo, (“si apagas el sentido”) y sin ella la melodía se desvanece. Cada uno de los sonidos que la componen muere (“si apagas el tono”) al instante mismo en que dejo de “traerlos” a esta realidad.
Al tocarlos de nuevo a su debido ritmo, los sonidos se convierten una vez más en una hermosa melodía que nos emociona, nos trae recuerdos, nos invita a bailar, sólo porque vos y yo estamos de acuerdo. Esas notas que van desapareciendo a medida que las voy cantando o tocando, se hacen canción como un gran guiño cómplice entre nosotros.
Emití un sonido cualquiera, el primero que te aparece; guardá silencio, no te esfuerces en oír ni en dejar de oír nada, sólo el “no sonido”. Habitá ese espacio, sentilo, hacelo propio: ¿percibís su enorme energía?