Cada vez es más habitual ver en las generaciones jóvenes una preocupante falta de interés por adquirir habilidades o destrezas útiles (y no hablamos ya de conocimientos que proporciona la educación reglada, sino de algo mucho más profundo que llega hasta actividades que pueden ser desarrolladas por puro ocio, como pueden ser pintar, tocar un instrumento o aprender Kárate, por ejemplo) para el futuro desarrollo personal y laboral. Esto puede traducirse en una inmensa falta de motivación, de la que no podemos responsabilizar a los propios niños y jóvenes.
¿Por qué tantos problemas emocionales y psicológicos?
Vivimos en una sociedad de gratificación inmediata; donde lo que más pesa son los resultados, independientemente del esfuerzo empleado; en la que frases simplistas como "si quieres, puedes" se repiten contínuamente; donde si no se poseen características físicas o habilidades que están "de moda", se puede llegar a ser prácticamente invisible; donde es mucho más importante mostrar que ser. Además de que, como cada vez más profesores, educadores y pedagogos observan, el sistema educativo no es adecuado para todos los estudiantes, cada uno con sus intereses y estilos de aprendizaje particulares, y en muchos casos, bien definidos desde que son pequeños. Por lo que, es normal que muchos se sientan "desconectados" del colegio y de sus obligaciones.
Tenemos que pensar que los niños son diariamente bombardeados con situaciones en las que personas que hacen un vídeo o baile casual, por ejemplo, se convierten en famosos, compran coches de último modelo y/o adquieren una vivienda con 19 años en un periodo de pocos meses, a lo sumo. El mensaje implícito detrás es: increíbles resultados con poco o ningún esfuerzo. Y como sociedad aceptamos esa nueva forma de vida, pero somos los responsables de explicarles a nuestros hijos que eso no se cumple para todo el mundo. De otra forma, el sentimiento de fracaso o poca valía suele aparecer antes o después, debido a que el ser humano, y en especial en la adolescencia, tiende a compararse continuamente con sus semejantes, y en la mayoría de las ocasiones lo hace con aquellos que están en una situación mejor a la propia. Como consecuencia, son habituales la desmotivación y la sensación de no saber cómo seguir o qué hacer.
Os dejo aquí un interesante vídeo a este respecto que podéis encontrar en YouTube : "Un nuevo tipo de pandemia: El peligro de la fama inmediata en Tik Tok-Sofía Aragón".
¿Qué podemos hacer nosotros?
Sabiendo que no podemos aislar a nuestros hijos de la realidad en la que vivimos, sí podemos invertir el tiempo que tengamos en trabajar valores a nivel familiar o de comunidad, mediante los que ofreremos otros ejemplos o modelos de comportamiento y estilo de vida. Iniciativas como realizar proyectos de voluntariado locales o internacionales, ya sea de forma individual o en familia, son una magnífica forma de contrarrestar los efectos de la idea de "vida fácil y rápida" que nos venden las plataformas de redes sociales y los medios de comunicación. Ver el día a día de personas que tienen muchos más problemas o más graves que nosotros mismos, nos ayuda a abrir los ojos y aprender a priorizar y relativizar.
Aunque en la adolescencia parezca imposible, las madres, padres y/o tutores serán siempre los grandes de referentes de los jóvenes, y predicar con el ejemplo será la mejor herramienta para garantizar unas buenas habilidades de adaptación para el mundo actual.
No es un trabajo fácil, pero es nuestra responsabilidad llevarlo a cabo. ¡Mucha suerte y ánimo!