La educación es uno de los principales índices de desarrollo humano evaluados a nivel mundial por las organizaciones que "miden" la evolución de la sociedad y los factores que determinan las buenas condiciones de vida de cada individuo, sin embargo, se ha manifestado como fuente principal de mano de obra calificada para el sistema social que se ha mantenido durante los últimos años, adoctrinando a las personas para que vivan por y para él.
La situación anteriormente mencionada a limitado la educación y a sus participantes a establecer mecanismos de conducta que tengan relación directa con el deber hacer dentro del sistema, perdiendo totalmente la libertad de conducir su aprendizaje por caminos desligados o no convencionales, más enfocados en el ser y el querer de cada persona; esta utopía incide directamente en el desarrollo psicosocial de los individuos, en su papel en el mundo y en sus relaciones con el entorno, con los demás seres vivos.
Replantearnos el rol de la educación en nuestra vida, implicaría una deconstrucción del sistema, un planteamiento coherente con el mundo en el que vivimos y no solo con las ideas que hemos creado de el mismo, que por cierto, fomenta los instintos poco necesarios para la convivencia humana y para la equidad social.
Determinar la conveniencia de la educación en el desarrollo humano y medirlo de manera que unos participantes tengan mayores beneficios o mejores calificaciones, no solo demuestra la incapacidad de desligarnos del sistema que empobrece nuestra libertad de ser y de vivir, si no que limita la experiencia total del aprendizaje, manteniendo unas líneas definidas de quehaceres, rutinas, conocimientos que enriquecen la construcción de un mundo desigual.
Solo el decir que la evolución humana ha avanzado de forma "gradual" ya aflora la pobreza de los indicadores, que por cierto es oportuna para nuestro aprendizaje, ya que incita a la mejora, pero es contextual, siempre bajo un estilo de manipulación totalitaria de ideas y percepciones del mundo que no han garantizado la sostenibilidad social, económica y ambiental del planeta y que mucho menos va a permitir un trato equitativo y una verdad real de los indicadores de percepción de desarrollo humano.
La pregunta siempre será la misma: ¿La educación de verdad sirve para darle libertad a las ideas o para subyugarlas a la totalidad del sistema?, creemos que podemos hacer y escoger lo que queremos vivir, hacer y compartir cuando en realidad solo estamos mostrando nuestra incapacidad de definirnos como seres humanos racionales y sociales sin la necesidad de vivir bajo construcciones análogas de orden y verdad.
¿Qué tan limitados nos encontramos?, ¿Que implicaría la libertad verdadera?, ¿A caso el ser humano debe pensar en libertad como irrealidad?, ¿Por qué impedimos nuestro desarrollo humano natural?, ¿A caso el hombre sin un orden predeterminado dejaría de ser racional y justo?, estás y otras preguntas nos hacemos al momento de evaluar nuestro papel en el sistema y la incapacidad de ser fuera del mismo. Toda esta conceptualización de lo que somos como sociedad y como individuos lo ha permitido la educación, la transformación de ideas y experiencias mediante el aprendizaje y el interrelacionamiento, sin embargo, ¿que tan justos somos en cuanto a realidades sociales, a vivencias comunes, a libertades globales?.