Docencia y vida: el futuro de tus hijos es el nuestro

Vivimos en una sociedad de profesores cansados. Cansados de las clases, de los alumnos, de los padres. Cansados de que nadie valore su trabajo, su esfuerzo diario, su tesón. Los profesores son, según la sociedad en la que nos ha tocado vivir, aquellos que estudian la carrera más fácil durante su etapa universitaria. También aquellos que mejor viven cuando comienzan a trabajar. Los que más vacaciones tienen. Los que menos horas trabajan. Los que menos esfuerzos hacen en el sillón acolchado de su clase climatizada. ¿Algo más?

A mí me parece una profesión envidiable. De las que se afrontan con temor y humildad desde los primeros años de formación. ¿Quién quiere ser profesor? ¿Con esas notas te matriculas en Magisterio? Filología... ¿para qué sirve eso? Durante cuatro años, mis compañeros de gremio y yo hemos tenido que hacer frente a este tipo de comentarios, así como a la pila de apuntes que recorre las cuatro esquinas del escritorio. Nuestra carrera, además de fácil e inútil según algunos, es hoy día una de las que menos posibilidades de trabajo fijo ofrece en el mercado. Y para ganar esta liga, estamos afilando cada día garras y dientes formándonos, dando lo mejor de nosotros, superándonos. Hambrientos e insensatos.

Este esfuerzo y esta lucha se niegan a vivir en una sociedad de profesores cansados, desmotivados, que trabajan y aprenden a diario para brindar los mejores resultados en las aulas. Profesores que crecen al ver a un alumno motivado, que se alegran de sus triunfos y que lo orientan por un camino que marcará toda su vida. Hay que desearles larga vida a estos profesionales, pues son los que siembran nuestras ideas, riegan nuestras virtudes y cultivan la tierra que nos abastecerá toda la vida. Por eso, profesores cansados, os animo a apreciar vuestro trabajo, a quereros y a consideraros pieza fundamental en el desarrollo personal y aprendizaje de la nueva materia prima, que será el pilar sobre el que se sustente nuestro futuro.

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