El acontecimiento que me hizo decidir por la enseñanza

Mi historia no empieza en un aula. No empieza cerca de un libro, ni siquiera empieza con un alumno. Esta es una pequeña anécdota que me emocionó profundamente y que hoy quiero compartir contigo. Puede que a ti no te parezca gran cosa, que pienses que me impactó porque soy una persona con sentimientos a flor de piel, y tal vez tengas razón, pero a mí me demostró lo maravillosos que pueden ser las personas cuando caen sus máscaras de despreocupación.

Hace unos años, yo ejercía de monitor de tiempo libre en la escuela Ferran Sunyer de Barcelona. Iba allí cada domingo, lloviera o nevara, porque los trabajadores teníamos que reportar la situación a cada hora y era estrictamente necesario estar presente bajo cualquier circunstancia. Cuento esto porque me parece necesario para que entiendas que estábamos "vigilados" y que había alguien a nuestro cargo.

Yo era el único monitor en ese patio de colegio, mis funciones eran básicamente procurar que hubiera un buen ambiente y que no ocurrieran incidentes. Dicho así, esto suena pan comido, pero te aseguro que esos niños y adolescentes tenían tela marinera. Una vez, un vecino llamó a la policía porque creía había un animal suelto en el patio. Los mossos se presentaron ahí para hablar con un par de críos que estaban simplemente jugando y armando mucho jaleo. La verdad es que yo también creo que los vecinos eran bastante especiales, pero ese es otro tema.

El hecho es que un día cualquiera, todos estaban jugando a fútbol, utilizando toda la pista(pista que solo tenia canastas, pero a ningún niño le importa eso cuando hay que jugar a fútbol mientras haya dos palos separados por cierta distancia) y vinieron dos familias, que juntas sumaban 5, que querían jugar a basquet. Obviamente no podían debido al riesgo de llevarse un balonazo, y se me empezaron a quejar, aumentando progresivamente el tono. Yo hablé con los niños para ver si podíamos encontrar una solución salomónica en donde ellos jugarían a media pista, pero parece ser que estaban en mitad de una champions que no habían podido concluir durante la semana, y no hubo manera de que entraran en razón. El punto álgido de la historia tuvo lugar cuando una de las matriarcas de estas dos familias me dijo que su amiga era abogada, y que me iban a denunciar y a despedir si no conseguía que jugaran a basquet. Si me pasara esto ahora, creo que sinceramente me reiria debido a que no creo que acabase en los juzgados porque alguien no pudo jugar a basquet cuando le vino en gana, pero en aquél entonces tenia justo 18 años y dependía de aquél trabajo extra para seguir adelante. No sé bien bien si es que los niños estuvieron escuchando esta conversa, o bien si es que vieron en mi cara que algo iba mal, pero de golpe detuvieron el partido y vinieron se interpusieron entre esta mujer y yo, y con una voz inocente y delicada, la voz real de un niño, dijeron: Dejaremos de jugar, pero por favor, no le hagáis nada a él, por favor, dejaremos de jugar...

No recuerdo exactamente las palabras que precedieron esta escena, si yo dije algo o si estas dos familias dijeron algo más. Recuerdo que los niños de "la champions" cumplieron su promesa(a medias, porque siguieron jugando pero en un rincón de la pista) y que yo enmudecí por la emoción de aquél momento. Después de todas las trastadas que les había visto hacer, de los: venga Raúl, que ya cierro, ya han pasado los 5 minutos que habíamos dicho... Después de todo, pude ver como se preocupaban por mí y que querían seguir teniéndome cerca. Al cerrar el patio no dije nada, ni ellos al salir tampoco, pero todos supimos que, de algún modo, estábamos más cerca los unos de los otros.

A la semana siguiente todo volvió a la normalidad. Volvieron las actitudes algo burlonas, los empujones, los gritos y los papeles de plata por el suelo, en definitiva, volvían a ser niños. Pero yo nunca los volví a ver del mismo modo, porque ya me había decidido y quería seguir formando parte de ese mundo. Y que mejor manera que la educación!